lunes, 23 de mayo de 2011

Historias de Ascenso o Descenso (según el botón que elija)

Buscando la musa inspiradora sobre que escribir se me cayó encima el blog de una periodista argentina que hablaba de los ascensores. En tres líneas decía que le embolaba compartirlos. Así que me quedó el tema resonando en la cabeza cual musiquita de video juego o de “grúas de ositos” (léase esas maquinitas que hay en los locales de juegos típicos de la costa Argentina que tienen una especie de mano metálica con los que sacas ositos de peluche, todo por la módica suma de algunas fichitas, si no quedó claro los invito a ver la foto!).

Nunca saqué nada de estas maquinitas :(

La cuestión, es que revisé mis comportamientos en referencia con este artefacto (volviendo al ascensor) inventado según la fuente universal de internet por Burton y Hormer y que luego Otis (¡de ahí venía la famosa marca del ascensor!) logró mejorar incorporando el sistema de frenos de emergencia (gracias Otis, igual cada tanto desconfío haciéndome la gran pregunta ¿frenará esto?).


El Sr. Otis

Y bueno, el ascensor es parte de mi vida diaria, debo reconocerlo. No es objeto de mi devoción… más bien objeto de comodidad o de vagancia, según sea el grado de cansancio de piernas y/o el tamaño y peso de la cartera de la dama. Ni hablar de la cantidad de pisos que haya que sortear. Digamos que es una especie de fobia selectiva.  Tengo uno justo al lado de la puerta de mi depto. Es hidráulico, dato no menor, según dicen es más seguro que los otros porque se eleva sobre una plataforma, con lo cuál las posibilidades de caer al vacío son nulas (por favor algún ingeniero que me avale la teoría así se si lo sigo usando).

Y a mí, este artefacto tan cotidiano para muchos de nosotros, cada tanto me genera “cosita”… siempre y sobre todo si llego a un lugar nuevo, realizo previo a subirme un análisis exhaustivo de la situación. El tamaño importa. Y sí, al menos para decidir si me subo o no. Algunos vienen con espejo engañoso, con esto de que los espejos agrandan espacios es común el espejado de piso a techo,  hermoso para el narciso que todos llevamos dentro, pero no se si la repetición infinita de la imagen en tan diminuto espacio termina por generar como una sensación mayor de ahogo… y ni les digo si uno viaja solo… tantas repeticiones de uno mismo, es como una  “egoasfixia”.

Muchos tienen alarma de sobrepeso acompañada del cartelito indicador que autoriza la cantidad de pasajeros. El de la oficina dice que lleva hasta 16 pax, me parece, debo cotejar pero suena a número lógico. La verdad es que nunca probé contar cuantos entramos en realidad. En las horas pico no tiene nada que envidiarle a la línea D. Igual la salvadora de que no caigamos al vacío en un intento por llegar a nuestras oficinas es siempre la dulce  alarmita que suena insistentemente como si dijera “hey! Vos! Sí sí vos, el que subió último… bajate!!” y deberían ver las caras de los tres que están junto a la puerta.

Lo más lindo del ascensor es cuando es todo para uno. ¿Quién no lo aprovecho para mirar que la sonrisa no esté interrumpida por un bello y natural sticker de lechuga, acomodarse la ropa o peinarse? Diría que es casi irresistible no mirarse al espejo cuando uno está solo. Yo a veces me cambio los zapatos, previo a chequear mis dientes claro, no vaya a ser que ande regalando sonrisas con sticker por todos lados. Si estoy “fobia free” el ascensor es  MI momentum, siempre y cuando no se detenga entre el 1° y el 3er piso. 18.6 segundos desde que cierra la puerta si el ascensor no se detiene (los cronometré, tengo todo fríamente calculado) Y si se detiene entre piso y piso son incontables las veces que mis compañeros de ascensor me han devuelto la sonrisa, si supieran que estaba chequeando la blancura de mis dientes. Tal vez sea famosa en el edificio por ser la repartidora de sonrisas.
A veces puedo no ser tan simpática, sobre todo si mi compañero/a de ascensor se pone a decidir frente al tablero a donde quiere ir. Sr pasajero, no es tan complicado, arriba, abajo, del 1 al 8, elija un número. Incontables son las veces que mi ansiedad nata me obligo a tocar el botón de cerrar la puerta y preguntarle al indeciso a que piso se dirige. Es una buena técnica para romper el hielo también sobretodo si el pasajero en cuestión se dirige al mismo piso que yo.

En los ascensores pasan cosas. Convencida lo digo. Pasan cosas de todo tipo (guárdense los ratones que los amores “ascensorísticos” no aplican en este post!) nos convertimos en meteorólogos, opinólogos, informantes de tránsito, el mejor acompañante de ascensor gracias a la simpatía extra que el ser humano puede sacar a relucir. Siempre se las ve a las chicas “relojeando” al “chico nuevo” y a los hombres en algún silencio cómplice cuando algún escote prominente pregunta “¿baja?

Y hay una última variable digna de cualquier museo anglosajón, digamos que es como una especie aparte, los viajeros “estatua”. Esta última variable es realmente interesante. Por lo general son más de uno, tres sería la media y uno se los encuentra en el viaje intermedio cuando el ascensor se detiene para dejarte subir.  Las puertas se abren y uno se encuentra con estos viajeros estáticos, inmutables. Resuena el eco del saludo cordial y todos se mantienen en su lugar y sin siquiera moverse, pero la posición es particular. La mirada fija en el indicador de pisos, como hipnotizados por el “beep” de cada piso que pasa y las manitos agarradas delante a la altura de la pelvis. Es casi un clásico. Las otras variaciones son: la mirada al techo, piso o en los tiempos que corren a la Blackberry!


Viajeros de ascensor

La verdad es que este artefacto tan antiguo es uno de los medios de locomoción que el hombre más utiliza alrededor de todo el mundo. O sea que cada día puedo decir, viaje en tren, en subte y en ascensor… sería totalmente válido! En fin, el ascensor es un mundo aparte, digamos que uno entra en ellos y es como si se transportara a otra dimensión. A una dimensión en donde el viaje está marcado por dos unidades importantes para la humanidad: tiempo y longitud  y donde cada piso es una nueva oportunidad de encontrarse con los más variados personajes y aventuras. Viéndolo así creo que ya no me asustan tanto los ascensores… o si?.. 

No sé por las dudas yo me bajo hasta el próximo post!!