Dentro del programa de estudios de mi carrera (publicidad) hay una materia llamada “Teorías de la Comunicación”… materia troncal si la hay en una carrera de comunicación. Hicimos una actividad en clase que consistía en defender o no la existencia de la televisión… una mini investigación en la cual la clase quedaba dividida en dos. Recibimos las mismas pautas: argumentos del porque defendíamos o no la TV, encuesta básica a un grupo X de personas y designación de un vocero para defender la postura del grupo. Tuvimos una hora para todo, cumplimos con las consignas y cerramos el ejercicio. Antes de terminar la clase el profe tiró una propuesta: pasar una semana SIN ver televisión, y esto es, ni prenderla, ni mirarla de reojo al pasar… ni nada de ello.
Tomé la consigna y mientras salí de la facu camino a casa empecé a pensar en las diversas formas en que podía llegar a cumplir con la consigna. No parecía muy difícil. En casa no tengo cable, la tele de aire no da grandes cosas, llego tarde, casi no tengo tiempo para dedicarle a la tele… hasta acá íbamos bárbaro.
Tomé la consigna y mientras salí de la facu camino a casa empecé a pensar en las diversas formas en que podía llegar a cumplir con la consigna. No parecía muy difícil. En casa no tengo cable, la tele de aire no da grandes cosas, llego tarde, casi no tengo tiempo para dedicarle a la tele… hasta acá íbamos bárbaro.
El primer obstáculo lo encontré en una pizzería de paso… a lo lejos vi la caja negra multicolor, la ubique y pase cuál caballo de sulqui sin mirar más que para adelante. Primera prueba superada. Subí al 29, estaba a salvo… en los colectivos (aún) no hay TV. Me bajé en Belgrano para tomarme el tren.
Subí al vagón y ups! Ahí estaba ella, del tamaño de un monitor de PC emitiendo sus imágenes. Mis compañeros de viaje parecían embelesados, en realidad, más bien embobados. Como si no pudieran evitar mirarla. Yo lo intenté, bajé la vista, investigué mis zapatos, el piso, los pies de los demás. Todo lo que pudiera estar al ras del piso para evitar subir la mirada y mirarla!
Pasaron las estaciones. Me agarró ansiedad. Miraba a mi alrededor y veía como cada uno iba de reojo mirando lo que pasaba en esa TV que yo había decidido no mirar… Llegué a mi destino y me bajé. Biennnn, segunda prueba superada. Saludé triunfante con la mente a mí ahora enemiga “la TV” y me dispuse a caminar hasta mi hogar.
Ni bien abrí la puerta la escuché encendida a lo lejos y casi como un espejismo note que la habitación se llenaba de luces azuladas y rojizas que saltaban por toda la habitación dibujando sombras de diversas formas. JP estaba sentado mirándola, embobado al igual que todos mis compañeros de viaje. Fui hacia la cocina. Más ansiedad. Era como si me hubieran prohibido comer chocolate, más ganas me agarran de comer!. Preparé la cena y pensé en comer sentada solo en el living. No hacía falta adornar la cena con su sonido, sus colores, sus imágenes.
Mientras comía pensaba en porqué es tan “llamativa” ¿Qué la hace tan necesaria? ¿Qué pasaría si de un día para el otro nos quedáramos sin tele? ¿Hablaríamos más? ¿Estaríamos más pendientes del otro? ¿Más solidarios?... la seguía escuchando a lo lejos. JP la había dejado encendida. Ordené la cocina y me asomé al dormitorio. La encontré ahí enfrente, encendida en todo su esplendor y no pude evitar mirarla, sentarme y engancharme con el programa del momento. Ya lo había advertido el profesor… no iba a ser fácil, y no lo fue.
Se quiera o no, está ahí, aunque no la estemos mirando, está, de batifondo, de compañía. Y yo, yo me dejé embobar, y me quedé mirándola hasta quedarme dormida. Y el miércoles que viene voy a tener que sumarme a los que intentamos y no pudimos… ojalá que de los 12 que somos al menos alguno haya podido… da esperanza pensar tal vez para algunos no sea TAN necesaria como parece. Vos querido lector ¿hiciste la prueba?...
Pasaron las estaciones. Me agarró ansiedad. Miraba a mi alrededor y veía como cada uno iba de reojo mirando lo que pasaba en esa TV que yo había decidido no mirar… Llegué a mi destino y me bajé. Biennnn, segunda prueba superada. Saludé triunfante con la mente a mí ahora enemiga “la TV” y me dispuse a caminar hasta mi hogar.
Ni bien abrí la puerta la escuché encendida a lo lejos y casi como un espejismo note que la habitación se llenaba de luces azuladas y rojizas que saltaban por toda la habitación dibujando sombras de diversas formas. JP estaba sentado mirándola, embobado al igual que todos mis compañeros de viaje. Fui hacia la cocina. Más ansiedad. Era como si me hubieran prohibido comer chocolate, más ganas me agarran de comer!. Preparé la cena y pensé en comer sentada solo en el living. No hacía falta adornar la cena con su sonido, sus colores, sus imágenes.
Mientras comía pensaba en porqué es tan “llamativa” ¿Qué la hace tan necesaria? ¿Qué pasaría si de un día para el otro nos quedáramos sin tele? ¿Hablaríamos más? ¿Estaríamos más pendientes del otro? ¿Más solidarios?... la seguía escuchando a lo lejos. JP la había dejado encendida. Ordené la cocina y me asomé al dormitorio. La encontré ahí enfrente, encendida en todo su esplendor y no pude evitar mirarla, sentarme y engancharme con el programa del momento. Ya lo había advertido el profesor… no iba a ser fácil, y no lo fue.
Se quiera o no, está ahí, aunque no la estemos mirando, está, de batifondo, de compañía. Y yo, yo me dejé embobar, y me quedé mirándola hasta quedarme dormida. Y el miércoles que viene voy a tener que sumarme a los que intentamos y no pudimos… ojalá que de los 12 que somos al menos alguno haya podido… da esperanza pensar tal vez para algunos no sea TAN necesaria como parece. Vos querido lector ¿hiciste la prueba?...
1 comentario:
Dijo un amigo que no esta en el mundo del blog
"Uno podría creer que es la adicción a los rayos catódicos... mito que destruyó el LCD. Mi única conclusión en un máx. de 300 caracteres: cada tanto hay que dejar el cerebro en la mesita de luz y decirle a la conciencia que se deje de molestar. Fer"
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